Este proceso es resultado de los notables cambios que han tenido lugar en el desarrollo tecnológico de la sociedad y en la medicina misma; de los cataclismos sociales masivos del siglo XX; del crecimiento sin precedentes tanto de la medicina como de su influencia en la sociedad, y de las graves limitaciones que formas atrasadas de la práctica médica imponen a sus posibilidades. Los conflictos que surgen de la relación de estos factores inevitablemente han tenido efectos profundos en la teoría y la práctica médicas, y los grandes debates a los que asistimos demuestran que el proceso está muy lejos de haber terminado.
El sistema de medicina individual tiende a considerar al paciente como una colección aislada de sistemas de órganos. En forma casi exclusiva, el tratamiento se reduce a sus modalidades biológicas tales como los medicamentos y la cirugía, y poca o ninguna atención se presta a los factores sociales que podrían ser los causantes de la enfermedad, o los obstáculos para la recuperación. Por su parte, la medicina social concibe al individuo como un ente social y biológico. No sólo se interesa por órganos, sino por seres humanos que viven en sociedad. Así, la protección, el mantenimiento y el mejoramiento de la salud exigen la plena utilización, tanto de los recursos sociales, como de los puramente médicos.
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